Historia de una fotografía.

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Me dirigía hacia el lugar de la batalla más cruenta de la guerra de Vietnam, la base aérea estadounidense Khe Sanh, siguiendo parte de la antigua Ruta de Ho Chi Minh.

Principal ruta de abastecimiento del Vietcong desde Hanói hasta Saigón y con una longitud de 16.000 kilómetros, entre senderos y caminos.

Pasábamos por el viaducto Dakrong y paramos a tomar un descanso. Allí había una placa donde se pone de relieve la importancia de esta ruta.

Huí del grupo que conformábamos y no podía evitar situarme sobre el viaducto y ver las impresionantes vistas. 

A veces mi imaginación soterraba su belleza y la distorsionaba con helicópteros en formación disparando sobre los pontones flotantes del Vietcong intentando atravesar el río o con incluso aviones soltando agente naranja.
Es inevitable, han sido tantas las películas sobre la Guerra de Vietnam, que conforman ya nuestra imaginería mental sobre un país.
Y si el proverbio una imagen vale más que mil palabras es una máxima, en Vietnam la frase se queda corta, debería terminar con y puede parar una guerra, como con aquella fotografía que el fotógrafo Nick Ut  tomó de una niña desnuda aterrorizada por el napalm. ¿Quién no la recuerda?

Pero ante todo, la vida sigue y por supuesto, la fotografía está para constatar este hecho, porque la fotografía es también el arte de congelar en una fracción de segundo la vida cotidiana y la tenía allí, ante mí, bajo mis pies, exultante, eufórica.

Esta es la historia de mi fotografía.

Tenía montado el Macro Nikkor 60 mm y reencuadré para tomar varias fotos del río y el paisaje. No es el objetivo de “paisaje” como bien dice su nomenclatura pero lo uso habitualmente porque me parece un objetivo versátil y con muy buena calidad.
Cualquier avezado en materia me hubiera sacado de la mochila el Nikkor 14-24 mm, más propio para el paisaje. 

Allí no tenía foto, las líneas que formaban el tendido eléctrico arruinaban mi fotografía y un angular no me aportaba nada, sólo más cables.
Tampoco tenía mucho tiempo, el grupo que venía conmigo me esperaba en el coche

En fotografía hay una regla compositiva de incluir un elemento como punto de interés para que la fotografía funcione. Si no funciona es quizás porque la escena es más propia de un fondo.
Un elemento puede ser un sujeto, una casa, la línea marcada por el río, un patrón que se repita o también un elemento nítido frente a otros fuera de foco.

Probé con incluir al niño con los bueyes, como un sujeto claramente diferenciado del fondo, pero aquello a priori tampoco me decía que funcionase. ¿O quizás sí? Dispara amigo, ya tendré tiempo de revisar las fotos más tarde.

Lightroom. Editor de fotografías.

Por de pronto, aquel niño comenzó a dar saltos en el agua quizás totalmente ajeno a mi presencia, o quizás, por el contrario, sabía que ahora había llegado su turno cuando se percató de que le apuntaba con el teleobjetivo. No lo puedo saber nunca.

Lo cierto es que vi a un niño realmente muy feliz, sumergiéndose en el agua, saltando una y otra vez hacía fuera de alegría.
Y a mi me hizo su mayor complice al contagiarme de su felicidad. Disfrutando en cada disparo con mi cámara, al unísono de su salto. 

Ahora sabía que el momento que estaba viviendo era el que estaba buscando. 

Ya tengo mi foto. ;-)

niño-con-bueyes

La felicidad de un niño vietnamita jugando en el río con sus bueyes. © Alberto Honing

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