Café e imagenes, un recorrido por Camboya

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Hacía un tiempo que se había roto mi máquina expreso de café. Le tenía un especial cariño.

Aquella máquina se la regalaron a mi padre en su bar, por la compra de otra más grande y mejor preparada y me la dejó. El modelo original tenía unos brazos que bajabas, soltabas con mucho cuidado y volvías a bajar. Era un trabajo casi artesano el de preparar un café. Fue en el bar de mi padre donde aprendí a preparar cafés desde niño.

Ahora tengo nueva cafetera donde cargo en un porta café molido en la proporción que yo elegí, 70 natural Colombia, 30 torrefacto. Soy poco amigo de los modelos de cápsulas.

Con mi café ya preparado me siento como en casa para publicar mi primera entrada y doy comienzo a  esta nueva aventura.

 Niña con su madre en bicicleta por Cambodia

Y nada como una frase de Ansel Adams para darme pie: “una fotografía traduce todo lo que nosotros pongamos en ella, ya que nadie ha agotado todas las posibilidades que este arte es capaz de ofrecer…”

Cuando voy a alguna parte con mi cámara nunca salgo a buscar “la foto”, ni busco una idea concreta, ni intento demostrar nada, en realidad porque no tengo un argumento. Intento vaciarme, no pensar, las ideas preconcebidas te llevan a equivocarte. Uno tiene que olvidarse hasta de quién es.

 Paisaje con río en Cambodia

Para mí la fotografía viene por sí sola, es un memento mori, que ya no se repite, estaba allí, sin más.

Me inspira sólo una cosa: el placer visual. Mi mayor satisfacción es encontrar la belleza, la rareza, las cosas simples, las formas, las estructuras, la gente. El reconocimiento de un orden, una armonía que se presenta ante mi cámara. Me gusta hacer fotos y es en realidad porque la fotografía es un registro de mi vida, un inventario de las cosas, lugares y personas por donde he pasado.

 Paisaje en Angkor

Sigo con mi café y releo esta frase de Richard Ávedon: …”A veces pienso que todas mis fotos no son más que imágenes de mí mismo. Lo que me preocupa es la dificultad humana, aunque lo que yo considero dificultad humana quizá sea la mía..”

Realmente, ¿Son mis fotos un reflejo de mí?. Dejo esta reflexión de lado y os comento una de estas fotos de mi viaje a Camboya.

 Templo de Angkor Wat

Angkor Wat  es el monumento más grande y sin duda el más impactante de todos los que hay en Angkor. Es la estructura religiosa más grande del mundo. Miles de personas la visitan.

Me adentraba por el paso de piedra que conduce transversalmente hasta la escalinata al templo. Era completamente de noche y tenía que seguir la estela de la persona que tenía delante. Sentías atracción por ese momento mágico que es la salida del Sol. Un batallón de personas armados con trípodes, cámaras, flashes peleando por un pedazo de terreno. Sonido de tambores, se aproximaba el Sol. Quería ese Sol, redondo, perfecto, inmaculado tras el templo. No pudo ser, tanto madrugón para un día nublado.

A ambos lados había varias explanadas y estanques con construcciones menos importantes. Y allí estaba este caballo blanco. Con los primeros rayos de luz del día. Es la mejor foto que hice en Angkor Wat.

Me separé del resto que caminaba por el paso de piedra, disparé varias fotos, cambié de punto de vista, me acerqué, volví a disparar. En ese momento yo no era consciente de que esa sería mi mejor fotografía, al menos en ese templo.

 Pescador en un río en Camboya

¿Qué habilidades tenemos que desarrollar en fotografía? La primera habilidad de un ojo fotográfico es VER y no mirar. A veces hasta hay que mirar a donde nadie mira.

La segunda es COMPONER, y estas habilidades las tiene un ojo educado. La imagen tiene su propia gramática y conocerlas mejoraran notablemente nuestras fotos.

La tercera habilidad viene con el tiempo, y es cuando a través de nuestros conocimientos, somos capaces de dotar a las fotografías nuestra impronta, una manera de ver, de ser, de sentir, que inconscientemente dotan a nuestras fotografías de un ESTILO.

Seguiremos hablando sobre estos temas, tenemos fotos y blog por delante ;-)

caballo-blanco-en-angkor-wat

Un caballo blanco pasta tranquilo delante de las ruinas de un templo en Angkor Wat. © Alberto Honing

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